domingo, 21 de noviembre de 2010

Saudade de un Zombie.

Pereza de vida, de la respiración convertida en un proceso consciente y que a veces me plateo. Una vida de nada, de nadie, que una vez estudiada me incita a reconocer los orificios de mi cuerpo como el único contacto con el mundo. Y construir murallas, tapiar los agujeros, hacerme una fortaleza invasible y pudrirme en el aire en el que me he encerrado.
Tener mi propio castillo que, tras morir, se convierta en mi tumba. Una tumba a la que nadie ira a ponerle flores ni lagrimas encima. Una lapida bonita que no guarda secretos.
Aquí estoy. Medio muerto.
(twce1

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